Ese
franquista que llevan dentro
"No deja de tener su coña que el ministro,
persona de profundas convicciones religiosas y próximo al Opus Dei, haya
utilizado dos de las cuatro virtudes cardinales para referirse a la actuación
policial"
Desde luego, no deja de tener su coña marinera que el
ministro, persona de profundas convicciones
religiosas y próximo al Opus Dei, haya utilizado dos de las cuatro virtudes
cardinales para referirse a la actuación policial. Con todo, lo más chiripitifláutico
de la entrevista es calificar de anecdótica la referencia al enemigo. Uno,
aunque es un poco más joven que el ministro, también fue un niño del franquismo
y por tanto a la tierna edad de los aporreados chavales de Luís Vives llevaba
en el macuto los mismos manuales de Formación del Espíritu Nacional con los que
estudiaron, sin duda con mejor aprovechamiento, Jorge Fernández Díaz y el
comisario Moreno. De aquellos plúmbeos libracos, lo único que se salvaba eran algunos
textos de Eugenio (sic) D’Ors y su máxima de “elevar la anécdota a la
categoría”. Un ejercicio bien interesante a practicar con las declaraciones de
Antonio Moreno que permite dilucidar si su paso por la Brigada Político-Social
de la policía franquista le ha imprimido carácter.
La
dialéctica amigo / enemigo fue teorizada por el jurista nazi Carl Schmitt en su
obra El concepto de lo político, que entiende como una agrupación de los
hombres en amigos y enemigos por virtud de la intensificación de una unión o de
una distinción. Como ha recordado en este periódico el profesor Gregorio Peces
Barba, “la distinción es para Schmitt en el campo de lo político lo que en el
de la moral representa la de bien y mal, o la de la belleza y la fealdad en el
estético. Enemigo no será cualquier competidor o adversario en el ámbito
privado, sólo es enemigo quien se enfrenta en el ámbito público, cuando existe
la posibilidad de una lucha, de una guerra y por consiguiente de matar al otro.
La identificación del enemigo es, según Schmitt, consustancial a la política y
así es inevitable pretender destruirle”. Esta es la categoría, el concepto
fundamental, que subyace bajo la anécdota del comisario Antonio Moreno. Hace
unos días el ministro ya se refirió a la frase del comisario como un lapsus
linguae. Un lapsus que probablemente responde al mismo mecanismo que el del
brazo artificial del doctor Strangelove, el antiguo científico nazi de la
película de Kubrick Teléfono Rojo volamos hacia Moscú, que no puede
evitar que cuando el artilugio se le dispara involuntariamente haciendo el
saludo nazi, le salga un Heil Hitler!, ante la mirada atónita de sus jefes del
Pentágono. No. La Transición aún no ha terminado.
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